"VISIONES DE UNA EVIDENCIA"
El Ebro, un
río crecido
Eugenio Mateo
Se sabe que
aguas arriba, en el cielo se han abierto las compuertas de emergencia y debajo,
en la tierra, receptiva y sumisa, sufren de hartazgo los
cauces desbordados, desafiando a las orillas con aire de matón, como un
borracho desabrido que no se cansa de beber.
El Padre
Ebro desata su furia milenaria y llega, inclemente, a reclamar lo que ya
no es suyo. Ingrata circunstancia es ser ribereño cuando el patrón
acuático se enfada y lo que siempre fue un ademán permanente en el hombre
por la búsqueda del agua, se resume a veces en escuálidas motas que
quieren resistir y se disuelven en el empeño contra la crecida.
La visión
muy diferente de Miguelón Sanz describe la asfixia de unas
tierras anegadas por el manto acuático de la devastación y extraen el reflejo
de plata que lo emboza.
Aún se
acuerdan los sotos de antiguas avenidas, permanece una rémora de humedad en sus
raíces, pero eran tan casuales como el capricho mismo de la antigua naturaleza.
Ahora, se repiten en el tiempo con cadencia sospechosa; apenas se han
secado las tierras inundadas y aparece de nuevo la ola de Neptuno para dejar
constancia de que los dioses existen, divinidades que quieren mundos sumergidos
en abismos de cieno sin calado. Algo ha cambiado para que llover haya perdido
su sentido amigo. Las borrascas del Atlántico que cruzaban pausadas
nuestras tierras han devenido en diluvios, y de eso, ¡ay! , sólo entendía Noé.
Últimamente, cuando llueve, “pozalea”,
expresión baturra donde las haya, y no hay que ser un entendido para observar
la transformación de nuestro clima.
La imagen
de esta bravura de un rio vivo posiblemente cause envidia en otros pagos
sedientos, a veces la opulencia puede ser malentendida. Hay que ser de aquí
para entender de estíos y hay que ser imbécil para confundir inundaciones con
trasvases. La devastación es más cruda que el sarcasmo. Desconozco de obras y
dragados, el debate sobre el cauce me excede, pero no pueden extrañarme los
detritos de un río que envejece, ni los nuevos ciclos de lluvia que lo ahogan.
Sobrecoge
el desparrame del agua por los sembrados y se presiente la fuerza de los brotes
en los chopos de ribera. Es una corriente de lenguas viscosas que discurre como
una mar que presiente al lejano e infinito azul, en avance
conquistador o tal vez, reconquistador. La naturaleza es una caja de sorpresas
permanente. La génesis de todo lo que fue y el epílogo de lo que falta
por venir nos hacen guiños para llamar la atención sobre lo que podemos
encontrar dejando que la vista se vea arrastrada por la riada que
lleva prisa.
....fiel reflejo, texto y fotografías!
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