EL COLOR DE LA AUSENCIA (1)

Ausencias que llenan vidas
y las cubren de colores
con sus brillos y fulgores,
con sus formas divertidas,
nos llenan de sensaciones
y vivencias detenidas.
Cementerios, camposantos,
lugar de recuerdo y preces,
donde el corazón, a veces,
funde el recuerdo y el llanto,
grandezas y pequeñeces,
la alegría y el quebranto.
No desespera el que acude
llevando vida a la muerte
y en esa oración que ofrece,
los sentimientos sacude
y la unión se hace más fuerte
para que el alma no dude.
Piedras grises bien talladas,
lápidas limpias y bellas,
custodian cual centinelas
los pasadizos y entradas
de unas vidas paralelas,
de unas vidas realizadas.
De un caminar sin retorno,
de un ir a un lugar incierto,
no sé si selva o desierto,
si estéril o con adorno,
del que imaginar no acierto
ni dimensión ni contorno.
Y mientras tanto, colores
en ramos y en jardineras,
en las lápidas marmóreas,
en las coronas de flores,
en palabras verdaderas,
en rezos y en oraciones.
Ausencia de vida y tacto,
de abrazo, cariño y beso,
imagen en blanco y negro
de unos recuerdos intactos,
terrenales y certeros,
llenos de color y agrado.

Texto: José Manuel Trullén