PUERTAS QUE SE ABREN Y SE CIERRAN
Magníficas e imponentes, más humildes y discretas, abiertas de par en par o cerradas o entreabiertas. Oscuras y tenebrosas, de formas raras e inciertas, de abundante claridad y cargadas de simpleza. Apoyadas en sus goznes, giran adentro y afuera, con quejidos lastimeros o en armonía perfecta. Tras ellas viven historias de amoríos y tragedias, deseos indescriptibles e inconfesables miserias. Tras ellas, la gente canta y se reúne a la mesa, con alegría y jolgorio, en determinadas fechas. Tras ellas la gente llora y se rodean de velas y rezan ante los muertos y lloran las plañideras. Pero ellas son insensibles a alegrías y a tristezas, tan solo son intermedio, tan solo muga y frontera. Desde sus bisagras miran, con su mirada altanera, separando nuestros mundos, ilusiones y quimeras. De porte majestuoso, de metal noble y madera, forjado con gran cariño por manos duras y expertas. Pintadas con gran decoro, atrevidas, pizpiretas, con los colores más vivos, orgullosas y coquetas. Engalanadas